Me ha venido hoy a la cabeza un señor que formaba una mínima parte de mis salidas por la tarde con los amigos hace venticinco o treinta años.
Se trataba (tal y como lo recuerdo, igual la memoria me falla) de un señor bajito (medir mi hombro: ¿1'60?), moreno agitanado, con nariz ganchuda, vestido de negro con un sombrero también negro, que caminaba algo encorvado y que acostumbraba a pasear arriba y abajo por el Pº de Ruzafa de Valencia, mirando al parecer muy atentamente ¿unas fotos de Marylin Monroe? mientras por el rabillo del ojo observaba a la gente de su alrededor. Cuando se percataba de que alguien estaba despistado se le acercaba disimulando y cuando estaba justo al lado pegaba un grito bien fuerte de forma que su víctima pegaba un buen bote por el susto recibido. Entonces el señor se reía, no a carcajadas sino una risita, y seguía con sus paseos con la mirada aparentemente fija en sus fotos. Estaba, por lo que recuerdo, todos los fines de semana por la tarde por allí, y cuando la pandilla íbamos al cine, o simplemente nos pillaba de paso yendo de alguna cervecería en Pelayo a coger el autobús para ir a Distrito Diez o a Pachá, siempre íbamos atentos por una doble razón: por lo gracioso que nos parecía cuando lo veíamos y para no ser nosotros el incauto "botante".
No me atrevo a decir hasta dónde mis recuerdos son fieles y desde dónde la imaginación ha intervenido adulterándolos. Ni si lo de "el Cuervo" era un apelativo que le pusimos los chavales de mi pandilla o algo más generalizado. Hablamos de algo que sucedió al menos desde 1982 y que no recuerdo con posterioridad a 1990, aunque mis días de pasar andando habitualmente por allí un fin de semana por la tarde también finalizaron cuando primero empecé a llevar coche y sobre todo cuando dejé de ir de pandilla y a tener otros horarios de marcha. Me suena que alguna vez alguien comentó que vivía por la C/ Alboraya, y también me suena que alguien me dijo hace mucho que había muerto.
No fue nadie importante para mí. Ni hablé nunca con él ni sé nada de su vida. Simplemente es una anécdota, algo que entonces me hacía reir y hoy me ha hecho sonreir al recordarlo.
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